LA PENA DE MUERTE
A propósito de la reciente ejecución de Saddam Hussein, creo necesario formular algunas reflexiones acerca de la pena de muerte.
Romagnosi enseñaba que la destrucción de un hombre es siempre un mal, y que este mal no puede ser necesario ni oportuno para reparar el homicidio, como le parecía muy evidente.
Vinculaba el tema a la intangibilidad de la vida humana, con estas palabras "de aquí que el delito ya consumado no puede, por sí solo, privar a su autor del derecho de ser inviolable. Por lo mismo, en virtud del pasado, el homicida tiene pleno derecho a la vida".
La cuestión temporal tiene otra faceta, el hecho de que la muerte se propine luego de la serena reflexión inherente a un procedimiento legal, hace que muchas veces sea más cruel ese homicidio oficial que el propio delito que pretende castigar.
Efectivamente, los homicidios calificados por premeditación no son muy frecuentes; empero, estimo que siempre hay alevosía, un "ánimo frío y tranquilo de matar", en la ejecución legal.
El delito violento generalmente se produce en el curso de una pelea o como consecuencia del estallido de una crisis emocional. Al revés, el condenado a muerte ve su propia desaparición programada con exactitud: el día, la hora, el lugar y el modo.
Al mismo tiempo, sabe que carecerá en absoluto de la posibilidad de defender su vida en el instante en que le sea arrebatada. Esa sensación de impotencia ante el inexorable destino constituye de por sí en un martirio peor al de la misma agresión fisica.
Si bien es cierto que la muerte legal puede ser proporcionada sin dolor y rápidamente mediante el uso de medios modernos, el dolor físico será infinitamente menor a la agresión psíquica: saber que ello inexorablemente acontecerá y que el condenado ya no cuenta como persona.
En la jerga de los verdugos quien va a ser ajusticiado puede ser nombrado de diversas maneras; a veces es denominado "el paquete" y no es del todo desacertado tratarlo así, pues ha dejado de tener personalidad para transformarse en una cosa, destinada a desaparecer a plazo fijo.
Para el verdugo sólo vale en la medida de las muchas o pocas dificultades físicas que supone esa eliminación.
La relación del castigo con la falta cometida.-
Hay crímenes atroces respecto de los cuales gran parte de la población estima que sólo pueden compensarse adecuadamente con la muerte del autor.
Este simple enunciado hace ver que se trata de una actualización de la Ley del Talión. Se trata de una reacción emocional, de una manifestación del deseo de venganza, no constituye la culminación de un razonamiento.
Pero no puede existir igualdad matemática entre la infracción de la ley y el castigo que esa contravención merece. Suponerlo constituye por sí un absurdo, con ese criterio, el que violó debería ser violado, el que injurió, injuriado, y así sucesivamente.
Pero ya demostró Carrara que la relación no se da en los hechos, sino al nivel de los efectos que producen el delito y la pena en el individuo y en el cuerpo social.
Tanto el delito como la pena afectan bienes jurídicos. Así, la propia vida del autor es un bien jurídico en él, siempre y cuando exista. En el momento en que se corta el hilo vital desaparece el titular, de manera que matar no puede ser una pena porque no recae sobre el bien jurídico cuyo goce corresponde al condenado.
Matarlo lo aniquila y en el momento en que ello ocurre ya no puede afectarlo. Perjudica en realidad a terceros inocentes, es decir, a los familiares del ejecutado o a quienes estan unidos a él por lazos de afecto.
Por otra parte, en caso de error judicial, éste es irreparable: nadie podrá devolver la vida del condenado ejecutado que era inocente.
Por último, tampoco se logra el efecto medicinal, el efecto ejemplarizador, ejecutando al delincuente. Desde que Caín asesinó a Abel ha existido el homicidio en el mundo y ninguna horca, guillotina, pelotón de fusileros, inyección letal, hachazo y cientos de fórmulas han logrado evitar que los hombres del mundo sigan matándose entre sí.
Por todo ello estimo que la ejecución de Saddam es un inútil ejemplo de la incivilización actual.