miércoles, junio 27, 2007

PRIMER AMOR

Dicen que el primer amor no se olvida: eso es más cierto que el teorema de Pitágoras.
El mío apareció en una fiesta bailable del aniversario de mi Colegio, un día sábado de mayo y me encandiló apenas lo vi. Era absolutamente desconocido y, tras una rápida reunión de amigas, todas sentenciamos que parecía universitario y proveniente de Santiago.
Yo tenía unos tímidos y delgados 16 años, me sonrojaba incluso frente a mi propia imagen reflejada en el espejo y me parecía que mis ojos eran demasiado grandes y demasiado verdiazules, que mi pelo era demasiado fino y escaso, que mis piernas eran demasiado gruesas en un cuerpo demasiado flaco, que ya era demasiado alta en medio de amigas demasiado bajas, que la ropa me sobraba arriba y me apretaba abajo, que mi piel era demasiado blanca y mi cara demasiado rosada, que mi nariz era demasiado larga, que ...
En fin, era una adolescente en formación, con cerebro en formación, con madurez en formación. Insegura como todas. Soñadora y romántica, absolutamente poética, que leía y releía a Bécquer y estaba descubriendo a Neruda y a Pedro Salinas.
Por su parte, Patricio estaba por cumplir 19 años, en efecto era santiaguino y cursaba primer año en el Plan Común de la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad del Norte. Eso lo supe cuando avanzó hacia mi grupo, se presentó conmigo y me sacó a bailar (¡qué nervios!).
De más está decir que floté. "Pato" usaba un after shave cuyo aroma no olvidé nunca y hasta el día de hoy me sobresalto si lo huelo en un ascensor, en la calle, en un banco, en un local comercial: no hay mejor flash back que un aroma.
Tras bailar el hit del momento (If you leave me now, de Chicago) regresé donde mis amigas y llegó la hora de marcharse. Una pena. Pero había toque de queda a las dos de la madrugada, de modo que todas las fiestas terminaban a la hora en que, hoy, recién empiezan: treinta minutos después de la medianoche.
Y no supe más de él hasta que...
Llegó el mes de julio y salimos de vacaciones de invierno. Cada cual se dispersaba y se perdían los contactos a pesar que en esas épocas no se viajaba tanto como hoy.
Aburrida e inquieta, un domingo por la mañana me fui a pasear al centro de la ciudad, sin encontrar ni a una sola de mis amigas en los lugares habituales. Pensé regresar a casa, pero un extraño presentimiento, esa voz interior que ordena suavemente, no me dejaba marchar y supe la razón al doblar una esquina...
- "¡Olie!"
Me di la vuelta y lo vi. Era él, feliz y nervioso, ocultando su euforia mientras yo sólo atinaba a mirarlo, descubriendo que en el cerebro también se puede instalar el corazón y seguir latiendo fueeeeerte...
Al cabo de una semana, Pato me besó mientras bailábamos en una discotheque.
Ése fue mi primer beso, el único en la vida de una mujer que es capaz de llegar hasta las rodillas para desarmarlas, el del mejor sabor y suavidad, el que nunca más se olvida, el que permanece en la memoria de los labios y en la primera página de un libro muerto de pena.
Era un 16 de julio...
Pato dejó la universidad y abandonó Antofagasta en agosto, pues ésa era una decisión que había tomado con sus padres con anterioridad. La última vez que lo vi fue en las oficinas de Ladeco, diciendo adiós desde el bus de la aerolínea que lo llevaba al aeropuerto y con mi medalla de oro colgada en su cuello...
Tras esa intensa y dulce felicidad vino el olvido. Cuando llegué a Santiago para estudiar Derecho, lo llamé apenas tuve acceso a un aparato telefónico, pero jamás me buscó. Dos años no habían pasado en vano...
Y yo, obstinada como soy, lo esperé demasiado tiempo hasta que debí consolarme porque tal vez no existió nunca.
Patricio llegó a mi vida para enseñarme el significado real de una frase de Neruda: "es tan corto el amor y es tan largo el olvido" y anticipó ciclos de felicidad que llegan y se van tal como lo hacen las olas tras besar la arena.
Tal como lo hizo él cuando cerró ese cuento llamado Olie y lo guardó en la biblioteca de su vida para no reabrirlo jamás.
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lunes, junio 04, 2007

¿QUÉ ES EL AMOR?

¿Qué es el amor?
Durante siglos, los seres humanos nos hemos preguntado acerca del amor: poetas y compositores le cantan, psiquiatras y sexólogos lo estudian, psicólogos buscan comprenderlo, abogados arbitran su ruina.
Hombres y mujeres lo buscan.
Algunos, durante toda su vida...
Y me pregunto, entonces, ¿por dónde hay que partir?
La religión en general, la filosofía y la psicología nos enseñan que primero, tenemos que amarnos a nosotros mismos.
Muchas veces esto nos trae más confusión aún, pues, ¿en qué consiste eso de amarse? ¿no será egoísmo eso de amarse primero?
Para nada, pues amarse a sí mismo no tiene ningún propósito. No hay fines ulteriores ni escondidos, es aceptarse. Descubrir nuestra propia valía, nuestra personal belleza como hijos de Dios.
El amor por uno mismo tampoco es egoísmo.
Egoísmo es decir que amamos a alguien
y maltratarlo y obligarlo a que permanezca junto a ti,
pues el egoísta exige al que lo ama que soporte su basura emocional,
su enfado, sus juicios, sus odios y que no le abandone jamás.
Además, cuando te amas a ti mismo no tienes miedo de enfrentar y resolver los problemas y visicitudes que recibes, y lo haces tan pronto llegan, pues crees lo suficientemente en ti y nunca, nunca vas a crear circunstancias que vayan en tu contra.
Por otra parte, como el amor no es mental, pues nace del corazón, no tiene propósitos, ni lógica.
El amor da y no espera retribución porque no es un negocio. Nada en la existencia natural lo es, ciertamente. Las estrellas brillan sobre tu cabeza y no tienes que pagar para verlas. El sol te ilumina y abriga cada día y no debes endeudarte para recibir sus rayos. El mar te baña y te relaja sin que tengas que ofrecerle algo. Las flores te regalan sus colores para regocijo de tu alma y lo hacen gratis: un gorrión pía en un árbol cercano y no pedirá una moneda. Toda la vida en sí es un regalo, porque la vida en sí, es amor.
Y es que el amor puede convertir a dos seres en uno solo,
pero al mismo tiempo,
ambos pueden mantener su individualidad, que su amor realza, pues,
como dice Osho: "se ayudan mutuamente a ser más libres".