miércoles, febrero 28, 2007

PRIMERA HISTORIA DE REGRESIÓN

"Y se sumergió dentro de su mente, tras bajar quince peldaños de una escalera que imaginó de mármol blanco, vislumbrando con dificultad colores marrones y morados, sin brillo, en penumbras, como si se tratara de los cortinajes de un viejo teatro -¿sería el Teatro de la Vida?-.

Y le dijeron que buscara una mesa con un libro, y que pidiera permiso para leer sus registros akashicos, pero no lo vio, sólo pudo detectar que estaba ahí, entre las sombras que la rodeaban. Le parecía extraño todo aquello, la razón aparecía constantemente y no la dejaba libre, pero a pesar de eso sintió que podía tocar el gran tomo y empezó a confiar más en su tacto que en la vista, obnubilada por la semi oscuridad que la rodeaba.

Y al punto, se encontró prisionera en una torre circular, estrecha y de ladrillos. Sintió la humedad, la aspereza y la suciedad de estos últimos. Pudo oler la fetidez de aquel sitio que la anulaba. No sentía miedo. Estaba resignada y a la espera.

Ante la orden de ir unos años más atrás, se vio a sí misma joven y bella, con dos trenzas rubias sobre la cabeza, en una especie de carreta adornada con flores. La seguían a pie un par de soldados con vestimentas medievales. Ella tenía dos anillos, ambos con piedras ovaladas: morada en la mano izquierda y negra en la derecha. Su vestido tenía la manga con una prolongación en punta y la tela era suave al tacto, color verde musgo. Estaba feliz, iba de paseo al campo. Sentía la tibieza del sol sobre su rostro.

Para saber quién era en esa vida, una tía, con la sonrisa de su madre de hoy, le contó que su nombre era Heideleine y que vivía en lo que actualmente es Alemania. Tenía que contraer matrimonio porque no tenía padres ni hermanos y era su deber administrar su pequeña comarca, pero por ser una mujer estaba impedida: un hombre faltaba. Vio su matrimonio, pero no pudo descubrir el rostro de su esposo. Sólo pudo percibir que era mayor. Su estado de ánimo era de serenidad, sabía que tenía que hacerlo. Era su deber.

Le pidieron que llegara al instante de su muerte y se vio a sí misma acostada en una carpa, acompañada de un hombre de rasgos orientales, desconocido en el hoy, que se había convertido en su protector tras el asalto en que participaron las hordas a las que él pertenecía y que habían acabado con la muerte de su marido. Este hombre la respetaba y admiraba su cabello rubio. Sufría. Ella estaba muy tranquila, en esa vida había aprendido que todo puede cambiar de un instante a otro. De improviso se vio sumergida en una noche sin luna, rodeada de estrellas y con una extraña sensación que mezclaba la paz y la tristeza. No había tenido hijos..."

Antofagasta, 27 de febrero 2007.

3 comentarios:

Óscar Sejas dijo...

Me encantó tu relato, una preciosa forma de relatar una regresión, de mostrar el dolor por no dejar descendencia en este mundo, quizás la misión de todo ser humano.

Un abrazo

Aire dijo...

Que interesante...
me gusta porque entiendo que hubo un aprendizaje en la regresion. A veces pienso que puede ser doloroso regresar.... me llama mucho la atencion esto de la regresion... estoy leyendo con detenimiento todas estas regresiones que pareciera que hubieras vivido muchisimas vidas...

Aire
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princess olie dijo...

Oski:

Más que el hecho de haber partido sin hijos, la sensación de paz y tristeza se debía a lo aprendido. No es grato saber que nada es seguro, que todo cambia, que nada es fijo.
.....................
Amiga:

No duele regresar. Yo igual pienso que soy un poco "vieja" en esto de las edades del alma o del espíritu
y por eso mi vida de hoy es así.

En definitiva, todo se traduce en aprender a amar con todo el corazón
y aceptar que a una la aman igual, desde otros planos...

Como respondí antes: cómo me gustaría que cada hombre y mujer de la Tierra sintiera cuánto se nos ama...

Abrazos,

olie